He encontrado a los ladrones,
pero son otros...
Esta vez no me roban los sueños e ilusiones.
Esta vez me roban las caricias, los abrazos,
las sonrisas cómplices al tocarme el culo,
los besos por las esquinas, en el metro o el ascensor.
Roban la amargura con dulces antorchas de chocolate por el centro.
Me roban las horas muertas, del tiempo libre que no tengo, con historias de películas en el cine o de libros en el tren.
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